El Ego Y La Catástrofe Final
EL EGO Y LA CATÁSTROFE FINAL
Conferencia de Samael Aun Weor
El Quinto Evangelio
Quiero deciros, en nombre de la Verdad Cósmica, en nombre de eso que es lo Real, que hay necesidad de morir de instante en instante, de momento en momento, porque sólo con la muerte adviene lo nuevo.
Alguien por ahí cuyo nombre no menciono, un autor por cierto muy famoso, decía que “tal vez en el año 2007 vendría una Edad de Oro para el mundo. Obviamente, esto me parece muy absurdo. ¿De dónde vamos nosotros a sacar esa Edad de Oro?, ¿con quién vamos a hacer la citada Edad?, ¿acaso con todos esos Egos que están retornando incesantemente, con los “Yoes”, con el “Yo”? Me parece que eso es imposible y absurdo. No es posible, realmente, una Edad de Luz y de Gloria en tanto no hayamos muerto en sí mismos.
¿Cómo podría haber paz sobre la Tierra si cada uno de nosotros lleva adentro los “elementos” que producen guerras? ¿Cómo podría haber amor si dentro de cada uno de nos existe el odio? ¿De dónde sacaríamos el altruismo, cuando en el fondo de nuestra Conciencia llevamos desgraciadamente el egoísmo? ¿Cómo podría resplandecer la castidad, si en lo hondo de cada cual hay lujuria? Incuestionablemente, mis caros hermanos, sería imposible crear una Edad de Luz en estas circunstancias; el Ego no puede jamás crear una Edad de Luz. Así, pues, toda profecía en ese sentido me parece totalmente falsa.
Obviamente, debemos morir de momento en momento; sólo así adviene la luz. Empero, ¿las multitudes qué? Si el conglomerado social tiene el Ego vivo, y si esos “Yoes” retornan constantemente, si vienen constantemente a este “Valle del Samsara”, ¿de dónde sacaríamos entonces esa Edad de Oro? ¿Quién la edificaría?, ¿el Ego?, ¿Satán?, ¿el “mí mismo”?, ¿el “sí mismo”? Reflexionad hermanos, profundamente…
Estamos en vísperas de un gran cataclismo; eso es ostensible. Ya los científicos saben que sobre la órbita de nuestro planeta Tierra viene un mundo que llaman el “Planeta Rojo”. Se acerca, y los hombres de ciencia querrán alejarlo con explosiones nucleares, empero todo será inútil.
Llegará un instante en que tendrán que cumplirse todas las profecías. Ya Mahoma habló claramente, habló del terremoto que nos está reservado desde el principio de siglos. Dice textualmente que, “entonces las montañas serán machacadas y volarán por los aires, cayendo hechas polvo”… Esto nos invita a reflexionar: sería imposible esto si no hubiese un terremoto. Pero ese terremoto, ¿por qué sucedería? Indubitablemente, tal evento sólo acontecería con una colisión de mundos, y precisamente eso es lo que va a suceder, mis queridos hermanos.
El Apocalipsis también nos habla de un gran terremoto; “tan grande (dice), como jamás lo hubo sobre la faz de la Tierra”…
Quiero que vosotros reflexionéis, muy a fondo sobre el momento en que actualmente estamos.
Realmente, vivimos en una época difícil; estamos en los “tiempos del fin”, como dice el Apocalipsis de San Juan; estamos en el “principio del fin de la era de los gentiles”.
La tierra antigua, la Atlántida, pereció por el agua, y nuestra Tierra presente, la actual, será eliminada con fuego. Sobre esto habló claramente Pedro. En su Epístola Segunda a los Romanos dice que “la Tierra y todo lo que en ella está, será quemada con fuego”. Y eso es verdad, mis caros hermanos: “los elementos, ardiendo, serán desechos”…
Reflexionad en esto, profundizad. Ciertamente, esto que estoy diciendo tiene un viso de tragedia, pero es que no quiero desaprovechar ni un instante para llamaros la atención. Es necesario que viváis en estado de alerta, sobre todo en estos tiempos difíciles.
En el Mundo de las Causas Naturales pude vivenciar ese futuro que le aguarda a nuestro planeta Tierra. Lo que vi, realmente fue espantoso: las doce constelaciones del zodíaco aparecían (en forma simbólica, pictórica, alegórica) como doce gigantes terribles, amenazantes, y de ellos salían rayos y truenos. Parecía como si ya, en esos instantes, fuera el fin, fuera la catástrofe final.
También me di cuenta, mis caros hermanos, que las gentes de otros mundos no ignoran lo que va a suceder y se preparan. Podéis estar seguros que en su día y hora, naves de otros mundos, de otros planetas, tomarán dijéramos fotografías (usando esta vez nuestros términos terrestres), trataran de grabar imágenes en alguna placa o en algo, con el propósito de guardar ese recuerdo entre sus archivos. Vi, pues, un mundo que fue castigado por sus maldades, un mundo terriblemente perverso: el planeta Tierra.
En otra ocasión platicaba yo con mi Divina Madre Kundalini. Ella me decía:
– “Ya todo está perdido; el mal del mundo es tan grande que ya llegó hasta el cielo. Babilonia la Grande, la madre de todas las fornicaciones y abominaciones de la Tierra, será destruida, y de toda esta perversa generación de víboras no quedará piedra sobre piedra”… Asombrado dije:
– “!Oh, Madre mía!, ¿nos encontramos ante un callejón sin salida?”. Respondió la Adorable:
– “¿Quieres hacer un negocio conmigo?”.
– “¡Claro que sí!”.
– “Entonces –continuó diciendo– tú abres el callejón y yo los mato”…
Abrir tal “callejón”, mis queridos hermanos, es lo que estamos haciendo. Estamos, en estos instantes, formando el Ejército de Salvación Mundial. Sí, ¡dichosos los que sepan aprovechar este “callejón”!, porque quiero que sepáis, en forma concreta, clara y definitiva, que todo esto que actualmente veis en el mundo será destruido! Cuando aquel planeta que está viajando rumbo a nuestro mundo (hacia el planeta Tierra) se vaya acercando, obviamente, quemará con sus radiaciones todo aquello que tenga vida. Con su aproximación, el fuego líquido del interior de la Tierra será atraído magnéticamente y entonces brotarán por doquiera: por aquí, por allá y acullá, volcanes en erupción y habrá terremotos espantosos, nunca antes vistos ni sentidos, y habrá lava y cenizas por doquiera.
Dicen las Sagradas Escrituras que “por aquellos días el Sol se obscurecerá y no dará su luz”.
Eso es obvio, mis queridos hermanos. Aquel Astro viajero, aquél que viene a “chocar” con nuestro mundo Tierra, se interpondrá entre el resplandeciente Sol que nos ilumina y este nuestro mundo; entonces habrá tinieblas muy espesas, movimientos telúricos muy terribles y “ayes” lastimeros; subirá espantosamente la temperatura, las gentes huirán por doquiera: por aquí, por allá y más allá, y no habrá remedio, no tendrá escapatoria (la humanidad) en ninguna parte. Y por último, el depósito de hidrógeno de nuestro planeta Tierra se incendiará, arderá (este, nuestro mundo) como un gran holocausto en medio del espacio infinito.
Así pues, hermanos, cuando aquel mundo que viene a “chocar” contra el nuestro se aproxime, la muerte con su guadaña segará; segará millones y millones de vidas. Cuando suceda el “choque” meramente físico, ya no habrá nadie vivo, pues ¿quién podría resistir? Así terminará, mis caros hermanos, esta civilización perversa; así sucumbirá esta civilización de malvados.
Lo que estoy diciendo ahora podrá pareceros algo exótico y extraño. Lo mismo le parecía a los atlantes en aquellos días antes del Diluvio Universal, antes de que las aguas se tragaran a aquella humanidad. Muchos entonces se reían, raros fueron aquéllos que escucharon al Manú Vaivaswata, que fue el auténtico Noé bíblico, el que sacó al pueblo selecto, al Ejército de Salvación Mundial de la zona de peligro; el que lo llevó hasta la Meseta Central del Asia, pasando por doquiera que halló tierra seca. Entonces los perversos, los señores de la faz tenebrosa, desesperados murieron.
Hoy, hermanos, estamos hablando como hablábamos en la Atlántida; hoy estoy profetizando como profeticé también en el continente sumergido, hoy estoy advirtiendo como advertí en aquella época. Sólo hay una diferencia; en aquel tiempo, la tierra de la Atlántida (con todo cuanto en ella había) pereció por el agua; ahora, ésta sucumbirá por el fuego…
Así pues, mis caros hermanos, después del gran cataclismo sólo habrá fuego y vapor de agua; habrá una gran caos, esta Tierra quedará deshabitada, pero los selectos serán sacados del peligro y llevados a cierto lugar del Pacífico.
Cuando la Tierra esté en condiciones, esa semilla humana poblará la faz de una Tierra transformada, la “Tierra del mañana”, esa “Nueva Jerusalén” de la cual habla el Apocalipsis de San Juan. Recuerden ustedes que habrá “cielos nuevos y tierra nueva” (en eso están de acuerdo todos los profetas), y precisamente sobre esa “tierra nueva” resucitarán las gloriosas civilizaciones esotéricas del pasado. La gran Sexta Raza Raíz del futuro será una mezcla de nuestra semilla humana, terrestre, con lo mejor de la semilla de otros mundos. Quiero que comprendáis, que la resurrección de las pasadas civilizaciones será un hecho concreto.
En la Primera Subraza de la futura Sexta Raza Raíz, resucitará aquella cultura, aquella civilización esotérica que floreció (a raíz de la sumersión de la Atlántida) en la Meseta Central del Asia en la primera edad de nuestra Quinta Raza.
La Segunda Subraza de la futura Sexta Raza Raíz será también grandiosa, porque entonces veremos la resurrección de esas poderosas culturas que florecieron en el sur de Asia; la cultura prevédica, la sabiduría de los RISHIS, la de las grandes procesiones con sus elefantes sagrados de los antiguos tiempos indostánicos, etc…
En la Tercera Subraza de la futura Sexta Raza Raíz, allá en la tierra transformada del mañana, resurgirá la poderosa civilización de Egipto; entonces habrá un nuevo “Nilo” y nuevas pirámides y nuevas esfinges, y millones de almas egipcias regresarán, reencarnarán para hacer resplandecer la sabiduría Neptuniano-Amentina sobre la faz de la Tierra, con todo su esplendor y brillantez.
En la Cuarta Subraza de la futura Sexta Raza Raíz, en la tierra nueva del futuro, volverá a resurgir entonces, con todo su poder, la cultura Greco-romana con sus misterios de Eleusis, con los misterios sagrados de la antigua Roma, etc.
Y habrá una Quinta Subraza, en la cual se repetirán los estadios de la civilización Anglosajona, Teutona, etc., pero en una forma mucho más elevada, más espiritual. Sin embargo, no podrá evitarse que en esa época devengan algunos fracasos. Los habrá, eso es claro…
Con la Sexta Subraza resplandecerá una cultura muy análoga, sí, a la de esta Subraza que puebla nuestro continente iberoamericano, pero repito: en una octava de orden superior.
Por último, en la Séptima Subraza de la futura Sexta Raza Raíz, en la tierra transformada del futuro, con los cielos nuevos y tierras nuevas, florecerá la Séptima Subraza, muy semejante (dijéramos) a la que hay actualmente en los Estados Unidos, pero inmensamente más espiritual. Sin embargo, no podrán evitarse nuevos y nuevos fracasos…
Por último vendrá, mis caros hermanos, otra gran catástrofe que en aquella época será causada por el agua, y al final de los tiempos resurgirá un último continente, un póstumo continente donde florecerá la Séptima Raza Raíz.
Hoy sólo me limito, mis caros hermanos, a recordar que nos preparamos para un gran cataclismo; de modo que quienes quieran engrosar las filas del Ejército de Salvación Mundial, vengan con nosotros. Aquéllos que nos sigan, serán sacados de la zona de peligro en el momento preciso, adecuado, indicado por la Gran Ley. Esos que no nos sigan, esos que no acepten las enseñanzas, esos que rechacen el gnosticismo, el esoterismo, la sabiduría antigua; incuestionablemente perecerán…
Habrá, pues, un acontecimiento extraordinario, algo muy similar a lo que ya os dije que sucedió en los antiguos tiempos, cuando fue destruido el continente atlante.
La poderosa civilización del futuro, la Edad de Oro, la Edad de la luz y del Esplendor, sólo surgirá después de la gran catástrofe que se avecina. Ahora no es posible, sencillamente por que el Ego no puede crear culturas divinales; el Ego no es capaz de permitir la resurrección de las antiguas civilizaciones de tipo esotérico y espiritual.
Así, pues, quienes profetizan diciendo que “en el año 2000 o 2007 se iniciará la Edad del Esplendor y de la Luz”, están completamente equivocados.
Créanme ustedes, en nombre de la Verdad, que tal Edad sólo podrá ser edificada por el Ser, por lo divinal, por lo más decente que tenemos en lo hondo de nuestra Conciencia; pero jamás por el “mí mismo”, por el “sí mismo”, por el “Yo”.